Este post se lo quiero dedicar a todos mis amigos.

Me divertí mucho co-escribiendo el último artículo con mi gran amiga de infancia, Vanessa. Gracias a ella y a nuestra idea de co-escribir, despegó una vez más mi interés de retomar y meterle el hombro a mi blog y desahogarme por medio de la escritura. 

Pero no sólo eso.

Además me recordó la importancia de la amistad verdadera. El concepto de amistad puede tener distintos significados para las personas, pero todo depende del lente que utilicemos para analizarla. 

Hace un tiempo co-escribí un artículo que trataba sobre el tema de las relaciones amorosas y cómo éstas, en la mayoría de los casos, surgen por interés – cualquiera que este sea. En mi opinión, algunas veces sucede lo mismo con las relaciones de amistad que son ligeras e insípidas.

Para explicarme un poco mejor, voy a poner como ejemplo mi historia de amistad con Vanessa.

Vane y yo entramos al colegio al mismo tiempo y nos graduamos juntas. Digamos que al principio de nuestra escolaridad éramos bastante amigas, pero después nos pusieron en salones diferentes y, aunque continuamos siendo amigas, cada una fue desarrollando amistades por otros lados, en otros círculos y eso nos distanció un poco.

Los años pasaron y nos graduamos del colegio. Yo me fui a estudiar la carrera a Bogotá y, si no me equivoco, Vane se fue a vivir a Europa por un tiempo y luego regresó a estudiar la carrera a Barranquilla.

Muchos años después (mientras vivía en los Estados Unidos) visité Londres y una amiga en común me dijo que Vane vivía allá. Entonces decidí llamarla – después de años de no saber nada de ella ni ella de mí. Ella se alegró al escucharme – creo que también se sorprendió. Me hizo saber que acababa de llegar de un largo viaje y estaba cansada. Yo le dije que mi visita a Londres era corta y que nada mas tenía esa noche para salir con ella, puesto que al día siguiente, salía para Madrid.

A pesar de su cansancio, pasó por mí y fuimos a cenar a un restaurante Thai. Esa noche, pusimos al día el cuaderno de los últimos 10 años. Lo recuerdo como si fuera ayer… Luego de esa cena, seguimos en contacto y, en una siguiente visita mía a Londres, nos vimos nuevamente.

Hoy en día Vane vive en Panamá y yo en Colombia y hemos podido vernos mucho durante los últimos 5 años. Digamos que retomamos la amistad tal y donde la dejamos.

Me considero una persona leal, mucho mas allá del tema de la amistad pero, si a amistad se refiere, soy buena amiga, aunque soy una fiel creyente de que en una amistad verdadera no deben existir las medias tintas. 

¿Qué significa eso?

A lo largo de mi vida he conocido a muchísima gente. A muy temprana edad dejé mi ciudad natal y conocí gente de muchas partes del país en Bogotá durante la época de la universidad. Después viví por fuera – en Francia y en los Estados Unidos –  y allá también tuve la oportunidad de conocer personas de distintas culturas y lugares del mundo.

Con muchas, nunca volví a hablar. Con algunas, me mantengo en contacto por medio de redes sociales y con otras, hablo cada dos o tres meses. Pero no importa cuánto tiempo pase entre llamadas o textos, a todos los considero mis amigos – personas que llegaron a mi vida a enseñarme algo o a estar conmigo en aquellos momentos en los cuales yo los necesitaba. Si alguno de aquellos de los cuales no he sabido nada en años llegara a aparecer ahora, con seguridad me alegraría muchísimo.

A mi llegada a Barranquilla hace 5 años me sentí perdida. No sólo por todo lo que estaba viviendo a nivel emocional con los distintos temas que rodeaban mi traslado a Colombia después de 15 años de exilio, sino también porque por mi mente nunca había pasado el volver a vivir en Barranquilla, junto con ello volver a ser hija de familia y todas las arandelas que acompañan ese proceso. 

Aunque sé que no soy la única mujer que ha pasado por un divorcio, yo me sentía diferente y pensé que no iba a ser aceptada en los círculos de mis amigos de infancia. Esa opinión cambió rápidamente cuando me sentí amada, respetada y bienvenida por aquellos amigos que no veía hacía mucho tiempo y, fue entonces, cuando me arrepentí de no haber regresado antes a mi país.

A propósito de amistad, hace unos meses me pasó algo con una de mis amigas más cercanas. Fuimos amigas desde muy niñas y durante la adolescencia. En la vida adulta también mantuvimos el contacto por mucho tiempo pero fue hace poco, después de lo que yo llamaría un malentendido o no sé qué nombre darle – porque la realidad es que no sé ni qué fue lo que pasó – todo cambió. Hasta tal punto que me he dado cuenta que me ha borrado de sus redes sociales y, por consiguiente, me ha aislado del círculo que ella misma quiso crear para mí cuando llegué a Barranquilla.

Yo he decidido mantenerme al margen y he respetado su decisión. Ella tendrá sus razones para querer terminar con una amistad de tantos años. No puedo obligarla a quererme ni a ser mi amiga. También he mantenido mi distancia de aquel círculo de amigas para no pisar mangueras ajenas.

Independientemente de cuáles sean sus razones para haber tomado esa decisión tan radical – yo aún no lo sé – quiero sólo recordar aquellos momentos felices que pasamos juntas y no guardar resentimientos ni rencores, respetando su posición y determinación de alejarse de mí de la manera como lo hizo.

Lo que quiero explorar con toda esta historia es… ¿Qué factores causan cambios en una amistad? ¿Por qué se rompen lazos con amigos con los cuales no hemos tenido un problema serio o conflicto real? ¿Es la amistad verdadera a prueba de distanciamientos y malentendidos? 

En mi experiencia personal los lazos de amistad que he tenido con las personas a lo largo de mi vida han sido imposibles de romper a pesar de la distancia – como fue el caso de mi historia con Vane y con muchos otros amigos más. Nunca había vivido algo como lo que me pasó con aquella amiga o, por lo menos, no en mi vida adulta.

Pero por otro lado, pienso también que el mundo entero está viviendo algo muy fuerte como para que ahora sea el momento de tratar de entender algo tan difícil como lo son las relaciones.

Al contrario, es en momentos como estos en los que debemos detenernos a hacer un análisis de quiénes son aquellas personas que merecen hacer parte de nuestro día a día y con quienes podemos contar realmente.

Yo volví a encontrar en Colombia una paz que no sentía desde hacía mucho tiempo, aunque esa paz no llegó ahí mismo y me costó mucho trabajo lograrla. Durante los dos primeros años, me di látigo porque sentía que había defraudado a mis padres y a mi familia y, aunque soy consciente de todos los errores que he cometido y de las malas decisiones que he tomado, logré perdonarme por ellos. 

Finalmente en 2018 logré cerrar varios ciclos, empecé a trabajar de nuevo, sané, establecí un orden de prioridades en mi vida y comencé a aceptar mi realidad como madre soltera y, lo que es aún más importante, dejé de sentirme avergonzada por lo que me había pasado.

Desde hacía meses en mi mente estaba el escribir acerca de este tema de la amistad – quería explorarlo, digerirlo y, justo hace un par de días, se presentó una situación incómoda con un amigo y ese fue el detonante que me indicó que era momento de escribir y quizás así poder darle vuelta a la página y echarle tierra a este asunto de una vez por todas.

Por eso tengo claro que el que quiera ser mi amigo, bienvenido sea, pero que por favor sea sin un propósito oculto y sin mentiras. Aún creo en la versión romántica de las relaciones y de las amistades transparentes. Nunca he sido amiga «por interés».

Escribir es una catarsis para mí. Cuando escribo me desahogo y el ejercicio me sirve para limpiarme, sanarme y organizar mis ideas. Por lo general, los distintos temas surgen orgánicamente de mis propias experiencias personales y sentimentales, de cosas que leo, pero también de conversaciones con amigos. 

Durante la cuarentena, curiosamente, no ha sido fácil encontrar el sweet spot de mi inspiración. Al comienzo, pensé que iba a ser muy sencillo encontrar temas de los cuales escribir y con ellos alimentar mi blog. De hecho, me puse como meta escribir más, pero sólo he sacado 3 artículos (4 con este).

La situación que estamos viviendo me pone a prueba todos los días. Por eso creo que es importante rodearme de positivismo, de amistades sanas y cero tóxicas. A ratos siento que me estoy volviendo un poco anti-social en medio de este aislamiento, pero analizándolo mejor, creo que es mi manera un poco espontánea de protegerme de amistades ligeras, de situaciones incómodas y blindarme contra todo aquello que pueda arruinar esa paz que tanto trabajo me costó conseguir a mi llegada a Barranquilla. 

Aprovecho para dedicarle este post a aquellos amigos que me han ayudado durante estos últimos años y que han estado ahí para mí, incluso después de años de no estar en contacto.

  • Ana y Adri: gracias por todas las risas compartidas.
  • Anabella: gracias por confiar en mi talento y darme trabajo cuando lo necesitaba. 
  • Anna: gracias por recibirnos en tu casa y hacernos pasar unos días maravillosos en Lima a mi hijo y a mí. 
  • Asís: gracias por quererme y siempre leer mi blog.
  • Edna: gracias por recibirme en tu casa en Miami y ser la mejor compañera de shopping.
  • Johie y Mary: gracias por permitirnos a mi hijo y a mí compartir experiencias espectaculares en familia.
  • Lina: gracias por tantos años de amistad transparente. 
  • Lucía: gracias por viajar con tu familia a Boston para conocer a mi hijo y por prestarme la piscina de tu casa para que mi hijo tomara clases de natación. 
  • Michelle: gracias por ser la mejor anfitriona y compañera de rumba en Bogotá. 
  • Millie y Sofi: gracias por visitarme en Boston cuando estuve enferma. 
  • Paola: gracias por tus múltiples invitaciones a tomar vino en tu casa. 
  • Vane: gracias por aceptar salir conmigo aquella noche en Londres a pesar de tu cansancio y de los años de distanciamiento y por motivarme a escribir más. 
  • Vicky: gracias por hacer los mejores brownies.
  • Yadith: gracias por escucharme y hacerme reír siempre.
  • Yaneth: gracias por propiciar lindos encuentros entre amigas. 

A aquellos amigos que no mencioné también quiero decirles: ¡Gracias!

Y, aunque desde hace más de 3 meses no estoy tomando, hoy brindo por la amistad, pero de la manera como yo la entiendo: verdadera, genuina, a prueba de distanciamientos y, lo más importante, sin medias tintas.

¡Cheers!