Idealizando el amor
Esta es la traducción de un artículo que escribí en 2018.
La idealización es el acto de percibir o representar algo como más perfecto o mejor de lo que realmente es.
En las relaciones, ocurre cuando creamos impresiones positivas de nuestra pareja al exagerar sus virtudes y minimizar sus defectos. Aquellos que idealizan de manera “adecuada” eligen interpretar las características de su pareja de forma positiva, pero realista. Por el contrario, quienes idealizan de forma irreal, imaginando cualidades que no existen, corren un alto riesgo de desilusión y una gran decepción.
El fenómeno Michelangelo, introducido en un estudio psicológico estadounidense en 1999, ilustra cómo las percepciones y comportamientos de una pareja pueden moldear al otro hacia su «yo ideal». Este concepto sugiere que, al creer en el mejor potencial de nuestra pareja, podemos «esculpirla» hacia esa versión ideal.
Cuando nos enamoramos, idealizar es prácticamente inevitable. A menudo, construimos esta idealización basándonos en una idea preconcebida de una relación “perfecta” que desarrollamos durante nuestra infancia, observando a nuestros padres o familiares, o incluso recordando una relación pasada que creemos haber sido mejor de lo que realmente fue.
Mi madre, por ejemplo, tiende a idealizar mi vida pasada. Para ella, todo era mejor “antes,” cuando vivía en Estados Unidos llevando, según su perspectiva, una vida «perfecta». Aunque sé que esta visión es en parte generacional, también he aprendido a no permitir que sus críticas afecten mis decisiones. Como muchas madres latinas, tiende a ser muy crítica, y he tenido que lidiar con eso.
Yo misma soy culpable de idealizar mis relaciones pasadas. A menudo me encuentro pensando en cómo habrían resultado las cosas si hubiera tomado decisiones diferentes. Una parte de mí sabe que este ejercicio es inútil, pero otra parte aún se aferra a la idea de que el pasado fue mejor, ignorando lo que realmente ocurrió.
En el mundo moderno, las relaciones están cargadas de una presión inmensa. Esperamos que el amor sea la solución a todos nuestros problemas y que nos lleve directamente a la felicidad. Pero, ¿es esta una expectativa realista? ¿Acaso estamos poniendo una presión innecesaria en el amor y en nuestras parejas, idealizándolas en el proceso?
El amor es, sin duda, maravilloso, al igual que las relaciones y el matrimonio. Estar enamorados nos hace más felices y saludables, pero ¿por qué entonces hay tantas personas “enamoradas” infelices? ¿Tiene la idealización algo que ver con esto?
Como alguien que ha idealizado en exceso en el pasado, admito que he cometido errores al dejarme llevar por esas expectativas irreales. Incluso llegué a casarme por razones equivocadas, impulsada por una línea de tiempo personal y una presión social que parecía ineludible. Ahora que estoy de regreso en Colombia, esa presión se siente aún más fuerte.
Desde pequeños, soñamos con relaciones ideales y felices; nadie imagina una relación tóxica o con un final infeliz. Sin embargo, nuestras expectativas evolucionan a medida que maduramos, y el amor también lo hace. Esto no necesariamente es algo negativo, ya que el amor romántico inicial puede transformarse en una conexión más profunda y satisfactoria.
Entonces, ¿cómo podemos encontrar un equilibrio saludable en la idealización?
Basándome en mi experiencia personal y en mi inclinación natural a idealizar, he elaborado una lista para aprender a hacerlo de manera más eficiente:
- Deja de vivir en el pasado.
- Libérate de la presión en el amor y permite que las cosas fluyan naturalmente.
- Ajusta tus expectativas sobre el amor y las relaciones.
- Crea una lista de cualidades reales y tangibles que valoras en una pareja.
- Ignora la presión social de encontrar a «la persona ideal».
- Aprende a ser feliz contigo mismo y a amarte, para poder amar a alguien más plenamente.
- Cree en el potencial de tu pareja, pero desde una perspectiva realista.
La idealización no surge sólo de nuestras decisiones; también está influida por el entorno, nuestros sueños de la infancia, la familia, la cultura, Netflix, las redes sociales y otros factores. Aprender a identificar cuándo estamos idealizando de manera errónea es el primer paso hacia un cambio. Con este reconocimiento, podemos movernos hacia una idealización más saludable, que fomente relaciones auténticas y equilibradas.