Reflexión en cuarentena

Hasta hace sólo dos semanas me encontraba feliz haciendo planes para mi cumpleaños (el cual es en abril).

Tenía pensado organizar una fiesta con todas mis amigas, pero decidí cambiar de planes y separar un hotel en Cartagena para irme un par de noches a descansar y luego hacer una celebración más íntima con mi hijo y mis padres, aprovechando que la fecha cae al inicio de la Semana Santa.

Y, así como de película, todo cambió de un momento a otro. Si bien hemos sabido de la existencia de este virus desde diciembre, lo que menos imaginábamos era que estaríamos hablando de distanciamiento social, aislamiento, e-learning y teletrabajo aquí en Colombia.

Recuerdo estar el sábado en un partido de fútbol de mi hijo con otros padres de familia discutiendo lo que podría ser y no ser y, en ese momento, la cosa no se oía tan grave. El lunes en el trabajo estaba junto a todos mis compañeros – todos atemorizados y alarmados – porque no sabíamos realmente qué iba a pasar.

Hoy, en mi tercer día de «cuarentena oficial» siento que todo esto es increíble. Hablo con aquellos amigos que se encuentran en otras partes del mundo y nuestro común denominador es el aislamiento, el distanciamiento social, el teletrabajo, lavarse las manos, tener comida en casa, salir sólo a lo estrictamente necesario, en fin… Todas éstas medidas con el fin de huirle a este temible virus que, aunque no es mortal para la gente saludable y joven, si puede llegar a serlo para la gente mayor.

Siempre trato de matenerme positiva, inclusive en las situaciones en las que he sentido mucho miedo y ésta realidad no va a ser la excepción. Tengo la seguridad que al final estaremos todos bien, pero tenemos que ser pacientes, seguir las recomendaciones que nos dan los expertos y tomar todas las medidas preventivas.

Mentiría si digo que en estos momentos no siento miedo…

Recuerdo que cuando estaba pasando por el cáncer de seno, mi mayor deseo era el de vivir la vida a plenitud cuando terminara con todos mis tratamientos. Por esa razón tomé muchas decisiones radicales y, hoy en día, me encuentro feliz, tranquila y sin arrepentimientos. Esa experiencia no sólo me hizo más fuerte sino que me enseñó a valorar las pequeñas cosas – a aprender a vivir cada momento como si fuera el último.

Pienso hacer lo mismo ahora. Lo más importante y lo que me mantuvo «viva» y saludable durante todas aquellas circunstancias difíciles por las que he pasado, fue el siempre pensar positivo, sonreir y mirar hacia el futuro con entusiasmo.

Esta situación no puede ser diferente. ¿Por qué no hacer un pequeño plan post-Coronavirus incluyendo esas cosas que me hacen feliz? Planear un viaje con mi hijo, celebrar la vida con todos los que quiero, volver a jugar tenis…

Quizás después de que todo esto pase sea la oportunidad perfecta para festejar la vida y hacer aquella fiesta que estaba planeando para celebrar mi cumpleaños. Pero que el motivo no sea haberle dado una vuelta más al sol, sino que todos nos reunamos para valorar al otro, decirle que los queremos, bailar hasta el cansancio y disfrutar ese tiempo de calidad con agradecimiento por la vida propia y la del otro.

Deseo terminar este artículo con una frase positiva que me gusta mucho: «Sonríe en los malos momentos, porque en los buenos lo hace todo el mundo».

Yo por mi parte, quiero aprovechar esta experiencia para aprender más, crecer como persona, ser un mejor ser humano, darle valor a lo verdaderamente importante y, lo que es aún más valioso, seguir sonriendo.