Romanticismo sin límites

Me hacía mucha falta escribir. Últimamente he estado bastante ocupada con temas de trabajo, personales y sociales y no había encontrado el espacio adecuado para sentarme a escribir acerca de algo interesante. Normalmente, escribo para desahogarme y el ejercicio me sirve para limpiarme o sanarme y también para organizar mis ideas acerca de cosas que me pasan o leo en algún lado y no logro digerir del todo, hasta que las escribo y manifiesto en mis propias palabras.

Los distintos temas surgen orgánica-mente de mis experiencias personales y sentimentales, de cosas que leo, pero también de conversaciones casuales con amigos.

Justamente, el otro día hablando con mi buen amigo Carlos, tocamos un tema «sin querer queriendo» que surgió a raíz de algo que él me contaba que le había pasado recientemente. Su relato nos llevó a hablar acerca del romanticismo y cómo éste se ha ido perdiendo y es prácticamente inexistente en las relaciones de hoy en día.

No quiero generalizar el sentimiento pero, como mujer soltera y abierta a temas emocionales, extraño mucho el romanticismo, el cual puede tener distintos significados para todos. Para mí, el romanticismo significa la disposición y sensibilidad ante oportunidades de demostrar el cariño y el amor – dándole prioridad a éstos sentimientos – y siempre mostrando respeto hacia la otra persona.

Hace mucho que no estoy en una relación, pero aquí lo curioso es que después de sentirme sola izando la bandera del romanticismo – en silencio – y ya resignada a pensar que no quedaban hombres románticos, me doy cuenta que no es así. Ellos, al igual que la mayoría de nosotras, quisieran que fuéramos más románticas.

La conversación con Carlos me puso a pensar mucho y me llevó a reflexionar de manera aún más profunda.

¿Será que hemos sido nosotras las mujeres, culpables de que los hombres ya no quieran ser románticos? 

Entonces, decidí realizar una pequeña encuesta entre mi círculo de amigos (del sexo opuesto) más cercanos, incluyendo a Carlos. La encuesta fue respondida por hombres entre los 40 y 50 años de edad y, entre los encuestados había hombres casados, solteros, heterosexuales y homosexuales.

Las preguntas fueron las siguientes:

  1. ¿Crees que la amistad entre hombres y mujeres se puede dar de manera natural?
  2. ¿Te consideras un hombre romántico? Por qué?
  3. ¿Te gusta la mujer clásica o moderna?
  4. ¿Crees que tu comportamiento en tus presentes relaciones ha cambiado como consecuencia de una decepción anterior?

Todos mis encuestados se consideran hombres románticos, pero aquí lo novedoso es que todos relacionaron el ser romántico con ser detallista. Es decir, para ellos ser románticos es «estar pendiente», llamar, tener detalles… Para uno de ellos el ser romántico sucede sólo al inicio de una relación porque, lógicamente, al principio quieren mostrarse más galantes e impresionar o «tirarla toda» para que la conquista sea exitosa.

A excepción de uno de ellos, todos creen que es fácil que un hombre y una mujer puedan ser amigos y que la relación pueda evolucionar sin que se mezclen sentimientos amorosos.

En cuanto a la preferencia entre una mujer clásica y una moderna, todos se inclinaron por la mujer clásica o una combinación de ambas pero con tendencia a lo clásico. Una respuesta excelente fue la siguiente: «La mujer moderna en el afán de estar igual al hombre ha olvidado un poco su rol. La mujer moderna debería enfocarse en ser mejor que el hombre y no igual a él.»

Esto confirma lo que mencioné al principio de mi escrito, de si somos las mujeres, de alguna manera co-responsables o no, en la pérdida o ausencia del romanticismo en nuestro afán de ser iguales a los hombres o mostrarnos más modernas, indiferentes y distantes.

Es difícil como mujer a veces saber qué piensan o quieren los hombres, pero ahora viéndolo bien, no es tan complicado… Nosotras mismas entorpecemos las cosas. Porque, si mis encuestados fueron sinceros (y sé que sí lo fueron), tanto mujeres como hombres deseamos y anhelamos las mismas cosas cuando de relaciones se trata.

Las decepciones y malos ratos en relaciones anteriores pueden contaminar un poco nuestro comportamiento en relaciones del presente o futuras y eso es normal. Mis encuestados coinciden conmigo, pero además agregan que lo importante es seguir adelante, olvidar, no quedarse colgado en el pasado y que «las cuestiones del amor son una ‘lotería’ y lo que pudo funcionar en una relación, no va a garantizar el éxito en otra».

Me considero una mujer independiente, extrovertida, y descomplicada, pero siento que estos atributos no han sido tan útiles en mis relaciones amorosas. Siento que mi personalidad desparpajada ha sido un arma de doble filo en la mayoría de mis relaciones y, si éstas son con hombres latinos, las cosas se pueden complicar aún más. Los hombres latinos, por lo general, son machistas y quieren sentir que siempre están en control.

Para concluir esta reflexión, puedo decir que nuestra ubicación geográfica pone a las mujeres en una situación un poco desventajosa en temas de relaciones. No todos los hombres costeños son «machos Alfa» por naturaleza y, al igual que yo y muchas otras mujeres, también quisieran que fuéramos más románticas. Pero en nuestro interés por protegernos y no mostrarnos vulnerables, a veces nos blindamos un poco y le ponemos obstáculos a la dirección natural del romanticismo.

No soy mucho de citar frases religiosas, pero si bien la Biblia dice: «Es mejor dar que recibir», pero dar por medio de una entrega de amor y con liberalidad hacia la otra persona.

No estoy diciendo que ahora podamos confiar en cualquier hombre que nos diga cosas bonitas para conquistarnos, pero sí quedan hombres buenos y con deseos de más romanticismo en sus vidas. En la medida en que tomemos la iniciativa de dar y entregarnos, no solamente recibiremos muchas bendiciones, sino que también podremos ser correspondidas en nuestro deseo de ser más románticas y amadas con el respeto que merecemos.