Cuando surgió la idea de empezar mi blog hace más de 5 años bajo el pseudónimo de Borrongonga, lo que más me preocupaba era mi falta de facilidad para escribir.

Quizás, lo que más me motivó a dejar de sentir miedo y empezar, fue el pensar que mi experiencia con el cáncer de seno iba a ayudar a otras mujeres que se podían encontrar en la misma situación que yo había vivido.

Aunque no es mi lengua materna, empecé a escribir en inglés porque me encontraba viviendo en los Estados Unidos. Poco a poco me fui soltando hasta que me sentí más cómoda con los temas que iba tratando. Cada artículo relataba un capítulo vivido en mi experiencia con el cáncer de seno. 

Como ahora vivo en Colombia, desde el año pasado empecé a escribir en español y acerca de otros temas – relaciones, maternidad, amor – y la transición de un idioma a otro no fue tan difícil como en principio imaginé.

Es más complicado elegir los temas a tratar.

Durante estos 5 años he escrito acerca de algunos temas que han sido muy fuertes para mí y, sobre todo, difíciles de abordar por su nivel de profundidad, porque tocan fibras emocionales, porque a veces no logro encontrar las palabras adecuadas para describir ciertos episodios de mi vida sin herir susceptibilidades, en fin…

Por eso en mi práctica está el no utilizar nombres verdaderos – a menos que la persona esté de acuerdo en ser mencionada en mi relato con su nombre real.

El otro día me apareció algo en mi feed de Instagram que me hizo recordar uno de los episodios más intensos y poco gratos durante mi paso por el cáncer de seno.

Siempre que escribo me desahogo y me siento mejor y esto es quizás, el mejor trofeo que he obtenido desde que la escritura se convirtió en uno de mis hobbies – que no sólo logro desahogarme, sino que también logro limpiar y sanar mis heridas pasadas.

Enfrentarse con las secuelas que puede dejar una enfermedad como el cáncer, no es un chiste. Y, no es sólo por la montaña rusa emocional que acompaña al hecho de haber tenido que enfrentar un problema de salud de tal magnitud, sino porque también los tratamientos para el cáncer pueden causar estragos en nuestro cuerpo, crear un caos en nuestras emociones y poner un freno total a nuestra vida sexual.

En las mujeres, es muy común sentir sequedad vaginal, mucha sensibilidad y dolor durante el sexo. También existe la posibilidad de llegar a una menopausia temprana después del cáncer, a causa del tratamiento.

Y como si lo anterior no fuera suficiente razón para evitar que una mujer quiera meterse al catre, los medicamentos recetados durante y después de los tratamientos para el cáncer como aquellos contra la náusea, los analgésicos, ansiolíticos y antidepresivos, también pueden disminuir el apetito sexual.

La buena noticia es que estos efectos secundarios pueden ser tratados. La mala noticia es que muchas pacientes no están recibiendo el apoyo que necesitan para tratar sus síntomas.

¿Cuáles pueden ser las razones?

El disfrute de la mujer en la vida sexual y la salud vaginal son todavía considerados temas tabú y hay una falta de conciencia acerca de los asuntos de salud de la mujer, además de una cultura de silencio y vergüenza que, de alguna manera, impiden que las mujeres busquen ayuda cuando la necesitan.

Los oncólogos y cirujanos se enfocan principalmente en salvar nuestras vidas y eliminar las células cancerígenas de nuestro cuerpo y te dirán lo que ellos opinan que debes hacer para lograr eso – y sólo eso. Todo aquello que tiene que ver con la vagina o la sexualidad no hacen parte de los temas de conversación de las citas oncológicas.

En Colombia, hay 275,348 personas diagnosticadas con cáncer, según las cifras de 2017 – 2018. Durante este periodo se reportaron 37,630 casos nuevos y 19,814 personas con diagnóstico de cáncer fallecieron. El cáncer de seno, los tumores en la piel y el cáncer de próstata son los más frecuentes en la población colombiana.

Vivía en los Estados Unidos cuando pasé por mi experiencia con el cáncer. Yo era la única mujer de mi edad que estaba o había pasado por algo similar en mi familia y dentro de mi círculo de conocidos. Con lo cual, no tenía con quien hablar de los posibles efectos secundarios que los tratamientos podrían tener en mi cuerpo y en mi vida íntima. 

Recuerdo que durante una de mis quimioterapias, conocí a una señora que luego se convirtió en una gran amiga mía. En ese momento ella tenía 50 años. A ella le llegó la menopausia como consecuencia de la quimioterapia, pero los médicos le explicaron que era normal, puesto que ella ya estaba cerca de alcanzar ese hito por su edad.

De igual manera, recuerdo claramente cómo ella me contaba que los efectos secundarios de esta menopausia – químicamente inducida –  fueron bastante fuertes.

De acuerdo al Consejo de Cáncer de Australia, dos tercios de las mujeres por debajo de los 50 años diagnosticadas con cáncer de seno, llegarán a la menopausia a causa de su tratamiento.

Mi diagnóstico de cáncer de seno fue a mis 31 años. Este es el momento en el que la mayoría de las mujeres de esa edad están pensando en tener una familia y cuidar a alguien más que a ellas mismas. Yo tenía que hacer lo contrario, si quería que eso fuera una posibilidad y, en aquel momento, no estaba claro para mí cuál sería el desenlace de  aquella historia.

Tampoco quería desaprovechar lo que esa experiencia podía enseñarme, pero también estaba tratando de descifrar: ¿por qué me estaba pasando eso a mí?

Tenía aparentemente la vida perfecta. Estaba casada con un hombre bueno, teníamos buenos trabajos, viajábamos con frecuencia, contábamos con buenos amigos… Estoy segura que mi diagnóstico fue muy duro para él, así como lo fue para mí. Él estuvo conmigo durante todo el proceso, pero muchas veces yo lo sentía distante. A lo mejor estaba un poco asustado.

Es inevitable no pensar en qué fue lo que pasó y si el divorcio era inevitable, o si el cáncer tuvo algo que ver. Lo peor fue cuando llegué a pensar que fue el cáncer lo que me hizo entender que no éramos el uno para el otro. Y, así suene inverosímil, el cáncer nos acercó y nos distanció al mismo tiempo.

Mi tratamiento duró un año y medio y, probablemente en ese tiempo, fue cuando más fuerte estuvo nuestra relación, ya que estábamos luchando juntos, en pareja, para vencer el cáncer. 

Pero sin sexo.

No sé si de repente él sentía que podía lastimarme o, a lo mejor, no lo quería sugerir para no agregar una presión más en mi vida. Realmente no sé cuál sería la explicación de su comportamiento – nunca me lo dijo. Lo que sí sé es que ese fue su proceder, inclusive antes del cáncer.

Pasar por algo como el cáncer cambió mi percepción de lo que quería de la vida. Entendí que la vida era muy corta y que necesitaba vivir el presente plenamente – feliz, tranquila, amada, respetada…

Deseada.

Por mucho tiempo pensé que yo era el problema, pero luego de mi divorcio entendí que no era así. 

Mis períodos sí cesaron durante los meses en los que estuve haciendo quimioterapia, pero esto no resultó en una menopausia temprana en mi caso. De hecho, pude tener un hijo a mis 39 años – 8 años después del cáncer y sin ningún tipo de tratamiento.

La menopausia tiene efectos secundarios que le preocupan mucho a las pacientes como son la disminución del deseo, el sonambulismo, los cambios de estados de ánimo y los calores, pero muchas sobrevivientes de cáncer que la han experimentado como resultado de su tratamiento, afirman que la atrofia vaginal es uno de los peores efectos secundarios.

Según la Clínica Mayo, «la atrofia vaginal (o vaginitis atrófica) es el adelgazamiento, resequedad e inflamación de las paredes vaginales que puede ocurrir cuando tu cuerpo tiene menos estrógeno». 

Los tratamientos para el cáncer pueden causar problemas de salud sexual, independientemente de dónde esté ubicado el cáncer.

Muchas sobrevivientes de cáncer piensan que lo que les está pasando es normal porque ya son mayores o, simplemente, sienten dolor porque no han tenido sexo en mucho tiempo. 

Algunas mujeres piensan que los calores son parte del paquete de la quimioterapia y no se dan cuenta que puede ser el inicio de la menopausia. A algunas les da vergüenza hablar sin tapujos al respecto. Las mujeres en esta situación usualmente no buscan la ayuda que requieren de forma proactiva y voluntaria.

Es triste, puesto que no debería ser de esta manera. Con la ayuda y el apoyo necesarios, las pacientes podrían manejar y tratar sus síntomas exitosamente post-cáncer. Cada experiencia y cada efecto secundario es único y no existe un traje a la medida para tratarlos. 

Por eso hay diferentes opciones como la terapia de dilatación vaginal, la terapia hormonal sustitutiva, la terapia láser, el asesoramiento sexual, las terapias alternativas y la utilización de un buen lubricante y, todas estas alternativas, pueden llegar a ser de gran ayuda.

Lo fundamental siempre debería ser apoyar a las mujeres a vivir una vida plena y fabulosa después del cáncer y esto requiere de mucha empatía y un cambio radical en cómo los profesionales médicos tratan los problemas de salud sexual de sus pacientes. 

Para que esto sea posible, los médicos deben crear espacios en los cuales las mujeres se sientan seguras y apoyadas para poder hablar de su salud vaginal y puedan discutir aquellos desafíos que se presentan sin que sientan que sus experiencias son insignificantes.

Si estás pasando por problemas de salud sexual después del cáncer, hablar sin tapujos es el primer paso para que puedas recibir ayuda y tratamiento. Nadie está más calificado para hablar de lo que le está pasando a tu cuerpo que tú misma.

Hace poco pasé por una situación un poco incómoda en uno de los proyectos en los que estaba trabajando. Conversé mucho con mi hermana antes de tomar una decisión final al respecto. No pienso profundizar mucho en este tema pues no es la intención de este artículo. 

Pero lo que pude concluir después de esa experiencia es que soy una persona que tiende a guardarse lo que piensa por mucho tiempo – hasta llegar al punto en que ya no puede más y, por consiguiente, el desenlace no es usualmente el ideal.

Por eso, mi hermana me recomendó que, de ahora en adelante, tratara de utilizar ese escape que, para mí ha sido la escritura hasta el momento, para botar todo.

Este tema es uno de esos que son difíciles para mí – por todas aquellas razones que mencioné al principio del artículo, pero creo que logré desahogarme y, a la vez, pude brindar un poco de teoría que muchos desconocen acerca de las secuelas del cáncer en las mujeres jóvenes.

Aunque amo a mis médicos, tuve y tengo una excelente relación con ellos, me hubiera gustado sentirme más apoyada de ellos cuando pasé por el cáncer de seno. De repente una pregunta por parte de ellos durante la consulta me hubiera hecho cuestionar lo que yo estaba viviendo con mi esposo en aquel momento, aunque no tuviera nada que ver con el tratamiento o la enfermedad. 

Finalmente busqué ayuda, pero fue mucho después de haber terminado mi tratamiento y, a lo mejor, ya fue demasiado tarde.

Quiero concluir este artículo, resaltando la importancia de saber que no estamos solas.  Existen profesionales de la salud especializados en estos temas que pueden ayudarnos a encontrar maneras de optimizar la calidad de nuestra vida sexual. También es importante no callar y buscar ayuda, así nuestros médicos no nos estén ofreciendo el espacio y la atención que necesitamos, para que podamos actuar a tiempo. 

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