Un legado de amor

Hace varios días, en una de mis publicaciones en las redes sociales, dejé una pregunta abierta para obtener ideas de temática para escribir en el blog. Las sugerencias fueron muy interesantes y mi objetivo es llegar a escribir acerca de todas, pero hoy quiero empezar mezclando un par de temas: qué ha significado la maternidad para mí y el legado que quisiera dejarle a mi hijo para el futuro.

Mi sueño de adolescente era ser mamá a los 25 años pero, a esa edad, aún estaba estudiando y mis esfuerzos se concentraban en realizarme profesionalmente en los Estados Unidos. Estando allá, conocí a mi ex-esposo – un buen hombre americano, de origen griego, con quien estuve casada por 8 años. Teníamos aparentemente la vida “perfecta”: vivíamos muy bien, viajábamos frecuentemente y teníamos buenos amigos.

En el año 2006, cuando ya nos sentíamos listos para empezar una familia, tuve un aborto espontáneo en marzo y en septiembre recibí la terrible noticia que tenía cáncer de seno.

Por estar tan joven y por el largo tratamiento que iba a recibir, mi oncólogo recomendó que me viera con un especialista en fertilidad, pero en aquel momento fue mi decisión personal no someterme a ningún tratamiento y comenzar la quimioterapia lo antes posible.

Ser mamá – con buena salud – podía esperar.

Cuatro años después de haber pasado por el cáncer decidí divorciarme porque entendí que merecía estar con alguien que compartiera mi alegría de vivir, mis locuras, mi risa y mi esencia. La experiencia con el cáncer me enseñó que la vida es efímera y que mi deseo era compartir, de manera incondicional, un proyecto de vida con una persona con la cual pudiera ser yo misma – un compañero, no un jefe.

Quizás lo más convincente fue pensar que no había sobrevivido algo tan difícil para no poder sentirme realmente viva.

Después de mi divorcio, me prometí a mí misma que siempre pensaría primero en mí, que me valoraría suficientemente y, así empieza lo que llamé la búsqueda de la felicidad, pero desafortunadamente me tropecé con situaciones que me llevaron a no tomar las mejores decisiones.

Estaba conociendo gente nueva, pero no el tipo de hombres con los que me visualizaba a largo plazo y, aunque estaba atareada con mi trabajo, salía con mis amigas y practicaba bastante deporte, eso no era suficiente para mantener mi mente ocupada del todo. Y, lo más importante, me sentía muy sola y la soledad puede llevarnos a buscar afecto y compañía en las personas equivocadas.

Ya me había resignado a no poder ser madre por mi edad, porque pensaba que la quimioterapia me había dejado estéril y también porque no creía que la pareja estable que había tenido por más de dos años calificaba para ser el papá de mi hijo, pero un día me encontré con la gran sorpresa que estaba embarazada a mis 38 años.

Estaba feliz con mi inesperado embarazo y me sentía agradecida de sentirme acompañada, razón por la cual llegué a pensar que estaba lo suficientemente contenta con mi pareja y las hormonas del embarazo terminaron de convencerme que podíamos formar un hogar juntos pero, una vez más, me equivoqué.

Desde muy niña, siempre quise hacer las cosas bien por mi naturaleza perfeccionista – cumplir mis sueños, completar una lista de cosas por hacer antes de los 30 y también escoger a la pareja “ideal” y, en el intento, traté de ser feliz – sin éxito – con dos personas que, hoy en día sé y entiendo, no eran adecuadas para mí.⠀⠀⠀⠀⠀

Sé que como mujer he pasado por una buena dosis de pruebas en la vida – tuve cáncer de seno, me divorcié, me sentí sola, perdida y aislada muchas veces, he tenido periodos de baja autoestima, soy madre soltera…

Sin embargo, soy consciente que, aunque he pasado por muchas situaciones difíciles, tengo demasiados motivos de gratitud, sobre todo cuando veo a mi hermoso hijo.

¿Qué ha significado la maternidad para mí?

Ha sido una experiencia gratificante y enriquecedora y un trabajo que, aunque es bastante desafiante, disfruto al máximo y le ha dado sentido a mi vida. Mi hijo es mi motor, mi maestro, mi motivación y la razón más importante de ser mi mejor versión y, sé que eso es posible en Colombia, porque mi vida aquí es enriquecedora y completa gracias a la paz y tranquilidad que me brindan mi país y el estar cerca de mi familia.

¿Cuál es el legado que quiero dejarle a mi hijo para su futuro?

El mejor legado es esa dedicación y entrega, con las cuales he ejercido la maternidad hasta ahora, acompañada de una buena educación y una sólida formación en valores. Si bien, vivir en Colombia me ha permitido encontrar la serenidad que hace mucho tiempo no sentía, también implica el tener que vivir en una sociedad con una escala de valores invertida.

No existe un manual que tenga todas las respuestas con respecto a la crianza de nuestros hijos y sé que educarlos hoy en día representa un gran reto, sobre todo en una sociedad como la nuestra –  tan cerrada y exigente para ciertas cosas y tan «light» y tolerante para otras.

Quiero que mi hijo conozca el mundo y, por medio de esto, abra su mente y entienda que existen otros lugares y culturas y, por medio de ellas, enriquezca su vida y su intelecto – pero considero que es importante que crezca también en un ambiente de familia, lleno de amor y eso es posible aquí en Colombia, porque vivimos con mis padres y estamos cerca de la familia.

Aún estoy joven y, en mi opinión, en mi mejor momento como mujer. Me halaga que muchos hombres quieran conocerme y hablar conmigo, pero la realidad es que, en estos momentos, tengo más compromisos como mamá.

Me he dado la oportunidad de salir con un par de personas, pero las experiencias han sido bastante decepcionantes y es por esa razón, no estoy interesada en relaciones insípidas y superficiales que no me aportan nada y me restan tiempo para la crianza de mi hijo.

Aunque sé que es importante no olvidarme de mí misma, la responsabilidad que siento como madre pesa mucho más. A la vez considero primordial que mi hijo entienda que, además de ser su mamá que lo ama con locura, también soy una mujer joven que merece ser feliz en el amor y esto constituye una gran dicotomía.

Por un lado me siento sana, tranquila y lista para abrirle mi corazón a la persona que sepa valorarme, respetarme y amarme pero, aún por momentos, me invade la inseguridad y me pregunto si mi «aparente» vulnerabilidad pueda convertirse en un obstáculo para encontrar a la pareja idónea – una persona que, además de quererme a mí, acepte y quiera al gran tesoro que es mi hijo.

El vivir en Colombia y el apoyo incondicional de mi familia me han brindado la seguridad y fortaleza necesarias para sentirme capaz de criar a mi hijo en una sociedad machista, en la cual aún existe la creencia que una mujer sola está buscando sexo desesperadamente. Tengo claro que ya no soy una niña experimentando y es normal que extrañe el sentirme amada, pero eso no significa que quiera estar con alguien sólo por el simple hecho de estar.

He logrado perdonarme por los errores y situaciones de mi pasado y, en vez de vivir atormentada, he aprendido de ellos. Ahora, debo seguir adelante y continuar transitando por el camino de la felicidad de la mano de mi hijo.

A ratos, pensar en el futuro me genera estrés pero, si de algo estoy segura, es que no tendré ningún remordimiento de conciencia en cuanto a mi rol de mamá. Sé que no soy la madre ni la mujer perfecta, pero he dado lo mejor de mí para ser un buen ejemplo para mi hijo. Espero poder dejarle el legado del amor, el positivismo, la resiliencia, la disciplina, la paciencia, la tolerancia, la perseverancia, la motivación y la pasión para lograr sus metas y llegar a ser un hombre de bien, capaz de dejar una huella auténtica en los demás.